"Si mi don es la palabra... el mundo tiene escrito su destino..." Bruma Antártica.

jueves, 28 de mayo de 2015

LAS REGLAS



Llevaba todo el día estresada. Había ido a primera hora a trabajar, caminando por media ciudad, para ganarse apenas unos euros. Luego, había estado limpiando en casa, los dos niños no paraban quietos y tenía que estar tras ellos todo el tiempo. Su abuela tenía visita ese día, así que al menos no tuvo que cocinar, pero se encargó de ir a por los últimos suministros que faltaban.

Ya después de comer, con la casa llena de gente, de niños correteando o gateando por doquier, sintió que el cuerpo no le daba para más y, sin pensarlo, se dejó caer en el sofá de la salita, cuando la visita le pidió que fuera a ver al bebé que dormía en el carricoche. Llevaba muchas horas en pie y no pudo evitarlo, se le cerraron los ojos y rápidamente quedó sumida en un sueño profundo durante un par de horas.

Cuando despertó, aún con los ojos cerrados, notó que le costaba mucho respirar, como si su nariz estuviera congestionada. Se resistía a abrir los ojos, pensando que al incorporarse se le pasaría dicha congestión, sin darle más importancia. Pero al girarse, notó que algo obstruía su garganta y su respiración por la boca tampoco le estaba resultando fácil. Percibía que algo más grave de lo que creía le estaba sucediendo y se incorporó. Notó que cuanto más intentaba respirar, más trabajo le costaba. Y trató de sonarse, esperando aliviarse así, pero nada, seguía obstruida y no sabía que estaba ocurriendo. Se levantó y fue a pedir ayuda pero, cuando empezó a caminar, notó que algo se le clavaba dentro de la fosa nasal. Se tocó y miró su mano, al notarla mojada. Creía que serían mocos, pero era sangre. También notó que algo sobresalía desde su interior, y ahí se asustó. Fue al baño y se miró al espejo. Apenas veía más que una hinchazón y la sangre gotear. Pero al bajar la cabeza, el objeto se le clavó más. Entonces, en un intento desesperado por respirar bien, tiró del objeto suavemente pero con firmeza, el cual estaba ensangrentado. Quedó perpleja al comprobar que se trataba de un trozo de una regla infantil, de unos diez centímetros, partido transversalmente. Miró la regla pasmada y empezó a ponerse nerviosa.

Apenas había conseguido solventar su problema. Seguía respirando con mucha dificultad. Asustada, volvió a la salita donde se había quedado dormida y ahí no había nadie. El carrito de bebé estaba vacío, aunque en la casa había mucho barullo de gente. Ahí mismo, tras coger unas pinzas y un espejo, comenzó a tirar de nuevo, sacando otros tres trozos más de regla. Siguió hurgando y extrajo un par más. Algunos, pertenecían a la misma regla, pero otros eran curvos, y uno con forma de esquina. Trató de respirar de nuevo, pero aunque había conseguido respirar algo más, seguía notando dificultosa la respiración y esto le ponía cada vez más nerviosa. Salió por la casa en busca de los niños, de su abuela o de cualquiera que le pudiera ayudar.

Todos los trozos de regla rezumaban sangre. Había dejado un reguero tras ella, además de dejar manchada toda la mesa de la salita. Sus dedos también estaban manchados, aunque de la nariz apenas caía un leve goteo.

La casa era de dos pisos, bastante grande, con cuatro habitaciones por planta y en cada esquina un baño. Balcones pasarela a ambos lados de la fachada. Un hogar bastante amplio. Pero le parecía muy extraño no dar con nadie en ninguna parte, a pesar de oír sus voces. Cuando trató de bajar de nuevo a la planta baja, se topó con su abuela, quien apenas se percató de su situación. Le increpó por los niños y la dejadez de la visita, le trató de contar lo que le sucedía pero la abuela no entendía sus palabras, como si hablaran en idiomas distintos y tan sólo se limitó a decirle que igual se había resfriado.

Bajó casi tan enfadada como asustada. Le costaba respirar muchísimo y no conseguía quitarse de dentro de la nariz todo lo que se lo estaba impidiendo. Justo al bajar las escaleras, de nuevo otro trozo le sobresale por la nariz. Ahí mismo, comenzó a tirar de nuevo de dentro de su nariz con sus dedos. Esta vez, también era un trozo de regla, pero su forma ponía la situación más difícil. Era un semicírculo que tenía roto el extremo recto, lo cual a ella le pareció asombroso e imposible. Pero no podía dejarse eso dentro y empezó a girar y tirar al mismo tiempo, haciendo un charco de sangre que al caer hizo un sonido ensordecedor. Finalmente, extrajo la regla. La miró con los ojos como platos. ¿Cómo había llegado eso a su nariz? Miró al suelo y vio la sangre. Se tocó la cara pero apenas caía un hilo de sangre por su mejilla. Se miró en un espejo y vio que tenía el orificio nasal lleno de cortes y aún más hinchado.

Trató de respirar pero seguía habiendo algo que no le dejaba hacerlo con normalidad. Se movía de un lado a otro con nerviosismo y desesperación. Trataba de sonarse con fuerza una y otra vez, esperando sacar algo más. Cansada, ensangrentada y mareada, se sentó de nuevo en el sofá. Agachó la cabeza como la primera vez, por si notaba moverse algo más. Y así fue.

Volvió a tirar, esta vez era algo diferente. Lo notaba en la boca, lo notaba en la garganta. Y, cuanto más cerca estaba del orificio de la nariz, más difícil respiraba ella. Cómo pudo, entre tirones con los dedos o las pinzas, consiguió coger la punta de lo que le obstruía. Era cilíndrico, un tubo cilíndrico de metra quilato transparente, más ancho que el agujero nasal. Con mucho dolor, gritando mientras lo hacía, metiendo un dedo dentro del cilindro para hacer más presión hasta que lo pudo sacar del todo. En ello, se desgarró la cara y la sangre que emanaba le quitaba la vida a borbotones, lentamente.

Ahí empezó a notar un cierto alivio. Tragó saliva y notó que ya no había nada dentro de su garganta. Su nariz estaba rota, se dejó la cara destrozada. Pero ya podía respirar. Ahora se echó a reír mientras lloraba, entre exhausta y apabullada, entre cuerda y paranoica. Sentaba sobre su propio charco de sangre, se quedó mirando entre lágrimas todo lo que se había sacado de la nariz. Trozos de regla, llenos de sangre y viscosidades de la nariz y de la garganta. Reía a carcajadas siniestras tras haber vivido esa angustia, cuando se percató de que dentro del cilindro había algo.

Estaba hueco y, al sacarlo, chorreaba sangre. Pero cuando la sangre se disipó, dentro parecía haber un trozo de papel. Su risa cayó de inmediato. Con curiosidad morbosa, se apresuró a sacar el papel del cilindro. Buscó algo con que empujarlo y finalmente pudo hacerlo con un bolígrafo.


Desenrolló el papel, una hoja arrancada de una libreta, y pudo leer el siguiente mensaje:






“¿OLVIDASTE LAS REGLAS DEL JUEGO? Fin de la partida.”




















(Boceto de Mannequin Factory)



jueves, 14 de mayo de 2015

APEGO


"...La inutilidad de sus palabras permuta su silencio, ahonda en sus yagas y fomenta nuevas algarabías, que les empujan al precipicio doliente de trastos acumulados, de vendas mal quitadas que taparon pústulas antaño, de colchones quebradizos llenos de polvo y de todas las cuerdas rotas de los pianos que nunca se tocaron.

Por doquier, columnas de mástiles encadenados, soldados entre sí, mostrando las calaveras de los cadáveres que murieron ahí, entre sus miles de sueños que, pese a estar descritos, justificados y escritos, nunca se pronunciaron, ni se vertieron, ni se les dio una oportunidad. Sólo se acumularon, bache tras bache, sobre la orilla marina, que los mantenía lejos de la cordura mundana.

Se desvanece la estela de humo que emanaban sus ideas, entre las olas del mar de los tiempos vividos. En el horizonte, sólo se ven flores, campos repletos de hermosas y aromáticas flores, pero parece que no las podrán alcanzar.

Se someterán al triste desvivir que los condena, a la flagrante garantía de que podrán aguantar un día más, sin derretirse en el infierno, y cruzarán sus dedos, cuando sus manos estén clavadas a una cruz brillante, descarnadas y llenas de agujeros, mientras se despiden de ellos mismos, sitiados por las burlas, las replicas y las quejas, embadurnados de la sangre que les brota, rebanados por aquellas palabras hirientes y cortantes que flotan a su alrededor, para apagarse después lentamente, muro a muro, trago a trago, tras las rejas luminosas de un viejo televisor..."