"Si mi don es la palabra... el mundo tiene escrito su destino..." Bruma Antártica.

viernes, 6 de noviembre de 2015

FANTASMA TRAICIONERO

A veces siento la presión
de un fantasma traicionero,
de las marcas que dejó,
de sus manos sobre mi cuello.

A veces siento que me ahoga,
que mete su mano entre mis dientes.
Queriendo sellar mi boca,
queriendo matar mi presente.

A veces la inercia me lleva
más allá de ninguna parte,
más cerca de lo imposible,
aunque siempre llego tarde.

Despego hacia una luna
que brilla sin sol ni luz,
con sonrisa moribunda
y funesta tesitud.

A veces recito en voz alta
un alma atormentada y bruta,
y me faltan las palabras
que borren la amargura.

A veces miro y no veo.
El miedo se me adelanta.
Se entremete en mis pasos
y recorre mi espalda.

Muero y no voy a hacerlo.
No voy a cortar mis alas.
Voy a seguir creyendo,
lloviendo en las montañas.

Moldeando cada bache,
hasta que me invada la paz.
Y no dejaré que se marchen
ni la magia ni las ganas de volar.


miércoles, 9 de septiembre de 2015

SE VA LA LUZ

Se va la luz.
Se apaga lentamente.
Bailan con el viento
los últimos rayos del sol.
Se detiene.
Irse,
no quiere irse.
Pero no puede evitarlo.
Es su inercia.
Su cadencia inamovible
que la mueve sin cesar.
Se va la luz.
Se resiste a perderse.
Se intensifica para dejarse
un poco aquí, un poco en mí.
Se desvanece...
gradualmente.
Aferrándose,
queriéndome decir,
queriéndome avisar
de que sí, hay luz en mí,
en ti, aquí, en todo,
hasta en la noche
que la viene a ver morir.
Que sí,
que se agarra a mí,
y me deja la vida entera,
para que la vea volver,
y partir en las noches en vela.
Demostrándome que al amanecer,
brillando de nuevo,
renacerá sin fin...

sábado, 20 de junio de 2015

VARAS DE MEDIR

Cuántas varas de medir... ¿cuál es tu rasero? 
¿Con qué excusas delimitas tus sueños? 
¿Por qué a la envidia avariciosa de ese rebuscado amor, 
a veces, se le llama celos, y a veces, posesión? 
Y a veces, tanta presión, para que nadie haga nada, 
sólo dedicarse a llevar la vida ajena mejor que la propia... 

Cuántas flores pisadas... ¿cuáles son tus huellas? 
¿Dónde quedaron las marcas impresas 
para que el destino las descubriera? 
A veces, se ve tanto vacío en los ojos de la gente, 
que el silencio parece la mejor forma de comunicación. 

Las personas no hablan, gritan, 
y ya nunca sonríen, ni tampoco lloran, 
por sí se secaran sus ganas de aguantar un día más. 

¿Cuál es tu postura? ¿Cuál, tu etiqueta? 
Dime que tú respiras donde sólo hablan los dedos 
y que no necesitas medir si el tiempo es de terciopelo... 

La pena ha encharcado el barro, 
que se ha formado alrededor de esa estrecha espesura, 
por la que caminan los que se ahogan en su propia rutina. 
Yo veo cómo todo pasa, 
mientras caigo por el barranco de la inercia que ese desaliento infunda. 
Me despeño entre su zurda cordura 
y mi oscura forma de enfrentarme a la bruma que emana esta marabunta... 
Necesito escuchar tus dedos para no caer en esa madeja de telaraña. 

¿Para qué forzar? ¿Por qué no mejor fluir como cuando se improvisa una canción? 
Con lo a gusto que se está aquí dentro, entre tu pecho y el límite del sol...

martes, 16 de junio de 2015

VERSOS DE MARCA BLANCA


Una palma blanca se lleva la alegría y deja la muerte entre sus dientes. Blanca como una paloma, vuela libre por su boca, y por si se equivoca, recita una letanía peregrina, un son que camina, entre su guarida y la sal de las heridas. Los blancos inmortales dan golpes al aire, atraviesan la fina línea blanca que forma un gran círculo periódico, límbico y silencioso, mientras, poco a poco, la sangre derramada germina y se convierte en un rosal, dependiente de una cánula de hambre y vitamina. Blanca bala, como la suerte y la ironía, en guardia cruza al frente y se detiene esperando el milagro de la vida, estrechando la mano al verdugo que le derriba. El blanco corazón se desangra ferviente y expectante. Sin empujar, sin balbucear, sin complacer a la soberbia ni al orgullo, sin renunciar al murmullo de lo siente más importante. Blanca bolsa de maquillaje, que cubre la amargura y el desastre, que tapa las grietas de un hogar con jardín sin flores, sin puertas, ni paredes, ni estantes. Blancas ganas de comerse la vida, de beberse con pajilla los icebergs a la deriva, y tragarse uno a uno todos los puñales que visitan sus costillas. Inhalando las gotas de lluvia que se pierden entre sus dedos. Matando con arma blanca las agujas de su tiempo. Creyendo que ya muertos, no habrá despedida, ni entierro que dé paso a mejor vida. Caballo blanco que monta tanto como es montado, que cabalgando se lleva las plumas de las blancas aves en paro, que no pueden volar, sino saltar desde lo más alto y planear. Blanco cuchillo atravesando los senderos que marcan sus venas, dejando al caballo enclaustrado en su silla de montar, para que galope en su granero cuando no pueda relinchar. Blancas voces calladas que en silencio gritan su dulce crueldad. Le quitan más de lo que da, le mienten y le dicen que no hay más mundo por el que trotar. Ligeras ropas blancas para un fúnebre cortejo. Tú me amas y yo me dejo. Tú me ganas y yo me pierdo. Tú me dices y yo, consciente, sólo sé creer. Blanco viento de flores blancas que huele a café. Para que el mundo del poder compre otro turno en la blanca costumbre de componer, corromper y recomponer.



jueves, 28 de mayo de 2015

LAS REGLAS



Llevaba todo el día estresada. Había ido a primera hora a trabajar, caminando por media ciudad, para ganarse apenas unos euros. Luego, había estado limpiando en casa, los dos niños no paraban quietos y tenía que estar tras ellos todo el tiempo. Su abuela tenía visita ese día, así que al menos no tuvo que cocinar, pero se encargó de ir a por los últimos suministros que faltaban.

Ya después de comer, con la casa llena de gente, de niños correteando o gateando por doquier, sintió que el cuerpo no le daba para más y, sin pensarlo, se dejó caer en el sofá de la salita, cuando la visita le pidió que fuera a ver al bebé que dormía en el carricoche. Llevaba muchas horas en pie y no pudo evitarlo, se le cerraron los ojos y rápidamente quedó sumida en un sueño profundo durante un par de horas.

Cuando despertó, aún con los ojos cerrados, notó que le costaba mucho respirar, como si su nariz estuviera congestionada. Se resistía a abrir los ojos, pensando que al incorporarse se le pasaría dicha congestión, sin darle más importancia. Pero al girarse, notó que algo obstruía su garganta y su respiración por la boca tampoco le estaba resultando fácil. Percibía que algo más grave de lo que creía le estaba sucediendo y se incorporó. Notó que cuanto más intentaba respirar, más trabajo le costaba. Y trató de sonarse, esperando aliviarse así, pero nada, seguía obstruida y no sabía que estaba ocurriendo. Se levantó y fue a pedir ayuda pero, cuando empezó a caminar, notó que algo se le clavaba dentro de la fosa nasal. Se tocó y miró su mano, al notarla mojada. Creía que serían mocos, pero era sangre. También notó que algo sobresalía desde su interior, y ahí se asustó. Fue al baño y se miró al espejo. Apenas veía más que una hinchazón y la sangre gotear. Pero al bajar la cabeza, el objeto se le clavó más. Entonces, en un intento desesperado por respirar bien, tiró del objeto suavemente pero con firmeza, el cual estaba ensangrentado. Quedó perpleja al comprobar que se trataba de un trozo de una regla infantil, de unos diez centímetros, partido transversalmente. Miró la regla pasmada y empezó a ponerse nerviosa.

Apenas había conseguido solventar su problema. Seguía respirando con mucha dificultad. Asustada, volvió a la salita donde se había quedado dormida y ahí no había nadie. El carrito de bebé estaba vacío, aunque en la casa había mucho barullo de gente. Ahí mismo, tras coger unas pinzas y un espejo, comenzó a tirar de nuevo, sacando otros tres trozos más de regla. Siguió hurgando y extrajo un par más. Algunos, pertenecían a la misma regla, pero otros eran curvos, y uno con forma de esquina. Trató de respirar de nuevo, pero aunque había conseguido respirar algo más, seguía notando dificultosa la respiración y esto le ponía cada vez más nerviosa. Salió por la casa en busca de los niños, de su abuela o de cualquiera que le pudiera ayudar.

Todos los trozos de regla rezumaban sangre. Había dejado un reguero tras ella, además de dejar manchada toda la mesa de la salita. Sus dedos también estaban manchados, aunque de la nariz apenas caía un leve goteo.

La casa era de dos pisos, bastante grande, con cuatro habitaciones por planta y en cada esquina un baño. Balcones pasarela a ambos lados de la fachada. Un hogar bastante amplio. Pero le parecía muy extraño no dar con nadie en ninguna parte, a pesar de oír sus voces. Cuando trató de bajar de nuevo a la planta baja, se topó con su abuela, quien apenas se percató de su situación. Le increpó por los niños y la dejadez de la visita, le trató de contar lo que le sucedía pero la abuela no entendía sus palabras, como si hablaran en idiomas distintos y tan sólo se limitó a decirle que igual se había resfriado.

Bajó casi tan enfadada como asustada. Le costaba respirar muchísimo y no conseguía quitarse de dentro de la nariz todo lo que se lo estaba impidiendo. Justo al bajar las escaleras, de nuevo otro trozo le sobresale por la nariz. Ahí mismo, comenzó a tirar de nuevo de dentro de su nariz con sus dedos. Esta vez, también era un trozo de regla, pero su forma ponía la situación más difícil. Era un semicírculo que tenía roto el extremo recto, lo cual a ella le pareció asombroso e imposible. Pero no podía dejarse eso dentro y empezó a girar y tirar al mismo tiempo, haciendo un charco de sangre que al caer hizo un sonido ensordecedor. Finalmente, extrajo la regla. La miró con los ojos como platos. ¿Cómo había llegado eso a su nariz? Miró al suelo y vio la sangre. Se tocó la cara pero apenas caía un hilo de sangre por su mejilla. Se miró en un espejo y vio que tenía el orificio nasal lleno de cortes y aún más hinchado.

Trató de respirar pero seguía habiendo algo que no le dejaba hacerlo con normalidad. Se movía de un lado a otro con nerviosismo y desesperación. Trataba de sonarse con fuerza una y otra vez, esperando sacar algo más. Cansada, ensangrentada y mareada, se sentó de nuevo en el sofá. Agachó la cabeza como la primera vez, por si notaba moverse algo más. Y así fue.

Volvió a tirar, esta vez era algo diferente. Lo notaba en la boca, lo notaba en la garganta. Y, cuanto más cerca estaba del orificio de la nariz, más difícil respiraba ella. Cómo pudo, entre tirones con los dedos o las pinzas, consiguió coger la punta de lo que le obstruía. Era cilíndrico, un tubo cilíndrico de metra quilato transparente, más ancho que el agujero nasal. Con mucho dolor, gritando mientras lo hacía, metiendo un dedo dentro del cilindro para hacer más presión hasta que lo pudo sacar del todo. En ello, se desgarró la cara y la sangre que emanaba le quitaba la vida a borbotones, lentamente.

Ahí empezó a notar un cierto alivio. Tragó saliva y notó que ya no había nada dentro de su garganta. Su nariz estaba rota, se dejó la cara destrozada. Pero ya podía respirar. Ahora se echó a reír mientras lloraba, entre exhausta y apabullada, entre cuerda y paranoica. Sentaba sobre su propio charco de sangre, se quedó mirando entre lágrimas todo lo que se había sacado de la nariz. Trozos de regla, llenos de sangre y viscosidades de la nariz y de la garganta. Reía a carcajadas siniestras tras haber vivido esa angustia, cuando se percató de que dentro del cilindro había algo.

Estaba hueco y, al sacarlo, chorreaba sangre. Pero cuando la sangre se disipó, dentro parecía haber un trozo de papel. Su risa cayó de inmediato. Con curiosidad morbosa, se apresuró a sacar el papel del cilindro. Buscó algo con que empujarlo y finalmente pudo hacerlo con un bolígrafo.


Desenrolló el papel, una hoja arrancada de una libreta, y pudo leer el siguiente mensaje:






“¿OLVIDASTE LAS REGLAS DEL JUEGO? Fin de la partida.”




















(Boceto de Mannequin Factory)



jueves, 14 de mayo de 2015

APEGO


"...La inutilidad de sus palabras permuta su silencio, ahonda en sus yagas y fomenta nuevas algarabías, que les empujan al precipicio doliente de trastos acumulados, de vendas mal quitadas que taparon pústulas antaño, de colchones quebradizos llenos de polvo y de todas las cuerdas rotas de los pianos que nunca se tocaron.

Por doquier, columnas de mástiles encadenados, soldados entre sí, mostrando las calaveras de los cadáveres que murieron ahí, entre sus miles de sueños que, pese a estar descritos, justificados y escritos, nunca se pronunciaron, ni se vertieron, ni se les dio una oportunidad. Sólo se acumularon, bache tras bache, sobre la orilla marina, que los mantenía lejos de la cordura mundana.

Se desvanece la estela de humo que emanaban sus ideas, entre las olas del mar de los tiempos vividos. En el horizonte, sólo se ven flores, campos repletos de hermosas y aromáticas flores, pero parece que no las podrán alcanzar.

Se someterán al triste desvivir que los condena, a la flagrante garantía de que podrán aguantar un día más, sin derretirse en el infierno, y cruzarán sus dedos, cuando sus manos estén clavadas a una cruz brillante, descarnadas y llenas de agujeros, mientras se despiden de ellos mismos, sitiados por las burlas, las replicas y las quejas, embadurnados de la sangre que les brota, rebanados por aquellas palabras hirientes y cortantes que flotan a su alrededor, para apagarse después lentamente, muro a muro, trago a trago, tras las rejas luminosas de un viejo televisor..."

domingo, 29 de marzo de 2015

CHORROS DE ENTRETIEMPO

En la cresta de las olas,
crecen pastos de arena.
Surcan líneas de plata,
dejando suaves estelas.

Se deslizan reflejos
de cuando no nos vemos.
En el agua se escapan
y los devuelve el viento.
Suenan chorros de entretiempo,
cuando los perros se quejan.
Ven las nubes de cerca
y las gaviotas se alejan.

Brotan verdes hojas
entre las dunas negras.
Crecen por la carretera
que la luna les enseña.
Las montañas lejanas
envidian y tiemblan,
disimulan el odio
que adentro encierran.

Y respiran tan cerca
las máquinas de guerra,
presas que retienen
las aguas entre dientes,
y ahogan al bravo río,
al arroyo y al lago,
los árboles se queman,
se devasta el sentido.

Pasa desapercibido…
Pero pasa tan lento…
…que la muerte no es nada…
…El dolor hace el resto…

domingo, 1 de marzo de 2015

CADÁVER CARROÑERO

Un Te quiero
es un cadáver carroñero,
que es capaz de morir de hambre,
mientras alimenta al miedo.
Recoge migajas
que tan sólo relame.
Y pide prestado
el corazón por el que late.

Un te quiero
es adicto y torpe.
Regala lo que busca,
no sabe ni dónde.
Se arrastra por el suelo
Vive entre sueños.
Lo da todo por nada
y muere en su propio fuego.


Un te quiero está tan lleno,
que al darlo te deja vacío.
Y nunca vuelve igual.
Se desvanece en el olvido.

lunes, 19 de enero de 2015

AHORA

Es en estos días, 
en que fallan la luz y la sombra, 
en que duerme la pena en un baúl sin gloria, 
cuando pienso en lo frágil de mi memoria, 
cuando nada me falta y nada me sobra. 

Es ahora, 
que las espinas ya son rosas, 
cuando me siento en la esquina de tus olas, 
y siento que mi fuerza se aviva con cada nota, 
que la melancolía es parte de la historia. 

Es así, y aquí, 
cuando toda la explosión es una gota, 
cuando toda claridad es poca, 
y el agua, espesa de tanto lodo, 
busca su curso hacia el mar. 

Es este momento abrupto, 
cuando amar es un insulto 
sin una cuenta nominal, 
cuando se desbordan las horas en silencios tras un cristal, 
pero yo tengo el gusto de volar. 

Es ahora un grito perdido de rabia, 
entre los sonidos de la gran ciudad, 
enmudecido por dibujos de la temida realidad, 
que transcurre con su tiempo estipulado, 
a un interés alto, que nunca se deja de pagar. 

Es mala hora 
para corazones volcados al viento. 
Es tiempo de guardar en frascos los deseos, 
de mirar atrás para cubrirte la espalda, 
y hacia delante, sin saber bien donde mirar. 

Son estas horas, 
esta época de indomables demonios internos, 
de cruzadas por grandes sufragios, 
y nubes de plata y plomo para cenar, 
cuando veo de reojo donde mis pies van a pisar. 

Es en estos días,
cuando me pongo a pensar,
si a pesar de mis reflejos,
¿no será esta vida un espejismo más?

Pero lo mismo estoy creyendo
que es un mundo frío sin puertas,
pese a que este cuento sin cuentas lleva un río en su verdad,
que la luna no besa ranas
y el atardecer es un buen lugar.

Es ahora, que lloro risas,
que declaro sin juez ni juzgado
que no nací en mi pasado,
que pasé del sudor envenenado al licor a dos tragos,
del proceso al acabado,
de la tapa tapada al destapado despiste sabio,
de la rutina carroñera al armario lleno de retratos.

Es un tiempo necio, una locura recia,
una letra ciega, un calendario roto,
una mala época para escribir de amores libres,
de finales sin fin
y de versos interminables.

Porque ahora todo se sabe,
todo es plausible
y nada delirante,
porque ahora es como nunca
y nunca es la clave.

Ahora es hoy, a patadas,
a grandes manadas,
a putas de buen aroma columpiadas,
a calles repletas de nadie
y casas llenas de aire.

Los besos que tengo
me los guardo donde no me los puedan robar,
donde no hay a quien le importe mi nombre,
ni mi forma de andar,
donde sólo una luz penetra,
como si fuese ese su único sentido para brillar.

Lo difícil no es actuar,
lo que cuesta es dar la verdad,
sin sentirse diseccionado,
sin la vulnerabilidad y el prejuicio,
sin sentirse mojado.

Y creo que es sencillo, 
ser o estar es sencillo. 
Lo complicado es no manchar.